14 ene 2014

PREVIOS-INSPIRACIÓN habitarSER

Poema La Casa de Charles Bukowski


    Construyen una casa

    media cuadra abajo
    y yo me levanto aquí
    con las persianas bajas
    a escuchar los ruidos,
    los martillos clavando las puntillas,
    tac, tac, tac, tac,
    y luego escucho los pájaros y
    tac tac tac
    y voy a acostarme,
    tiro las cobijas hasta la garganta;
    han estado construyendo esta casa
    por un mes y pronto tendrá
    su gente… durmiendo, comiendo,
    amando, moviéndose por todas partes,
    pero algo
    ahora
    no es correcto,
    parece una locura,
    hombres caminando en su techo con puntillas en la boca
    y leo acerca de Castro y Cuba,
    y por la noche camino 
    y las nervaduras de la casa muestran
    y adentro veo gatos caminando
    la manera como los gatos caminan,
    y luego un muchacho que pasa en una bicicleta
    y aún la casa está sin terminar
    y en la mañana los hombres
    regresan
    caminando por todas partes en la casa
    con sus martillos
    y parece que la gente no construye casas
    nunca más,
    parece que la gente debiera parar de trabajar
    y sentarse en cuartos pequeños
    en segundos pisos
    bajo luces eléctricas sin persianas;
    parece que hay mucho para olvidar
    y mucho para no hacer
    y en farmacias, mercados, bares,
    la gente está cansada, no quieren
    moverse y yo me paro en la noche
    y miro a través de esta casa y la
    casa no desea que se construya;
    a través de sus lados veo las colinas moradas
    y las primeras luces del atardecer,
    y hace frío
    y abotono mi chaqueta
    y me paro allá a mirar la casa
    y los gatos se para y me miran
    hasta cuando me siento desconcertado
    y me muevo hacia el norte por la acera
    donde habré de comprar
    cigarrillos y cerveza
    y retornaré luego a mi cuarto.





Poesia de la casa entre los pinos. Jorge Eduardo Eielson

     Habitaciones dolientes de esta casa mía entre los pinos
Cuyas puertas se abren con sed a las estrellas
Hay en ellas una madre y una esposa suave
Cuya permanencia en el polvo es como un viejo
Plato de frijoles, una nube o una fruta antigua.
Oscuras personas, tíos, parientes que duermen
Para siempre, vigilan en la noche con su chispa azul
En el semblante. A su acera humilde,
A sus umbríos muebles, que una ola de nieve ha deslumbrado,
cuán tarde he de llegar hoy día,
cuán tarde he de morir, con mi vestido augusto,
Cuando ella ya esté hundida y sus palomas
De pobreza hayan volado hacia una negra calle.
Muerto entre pinos, veré nacer el sol debajo de ella.
Corrientes de yedra ¿es éste vuestro río agonizante,
Como un caballo frío, ávido de albergue, ante mis pies,
Y es esta casa mía sin cocina, con su luna plebe, la elegida?
Señor de las cenizas ¿eres tú el que golpea desvelado?
¿No sabes también que esta casa hizo suyos el establo,
El jardín y los astros lejanos? Entablados astros,
Muros, techos fantasmas de los que dormidas aves
Penden dulcemente, sin memoria, como restos
De una antigua caza. Y rotas chimeneas, caños
Abiertos en la noche, tapicería hundiéndose al igual
Que un buque de cuero en un océano tibio,
Tienen en esta inmensa casa de tablas el rumor
De una botella de leche rodando sin cesar hacia la muerte.
Yo he venido tan sólo a conocer sus desolados muros
Y a morir en ellos, sin sombrero y dorado como el día.





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